Octubre 14

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¿Y a quién quiero engañar? ¿A quién engaño? ¿Tomarnos un tiempo? ¿Tiempo para qué? ¿Para pensar? ¿Para pensar qué? ¿Para pensar en qué?
¿Es acaso un juego de ganadores y de perdedores? ¿Quién gana y quién pierde? ¿Quién gana más, y quién pierde más? ¿Ganamos cuando perdemos, o perdemos cuando ganamos? ¿Acaso pensamos que estamos ganando, pero en realidad estamos perdiendo? ¿Es posible que pensames que estamos perdiendo, pero en realidad estamos ganando? ¿Qué ganamos cuando ganamos? ¿Qué perdemos cuando perdemos? ¿Podemos ganar? ¿Podemos perder? ¿Podemos ambas?
Es difícil responder tantas preguntas, surgen de cualquier lado, aparecen abajo de las rocas, aparecen de los costados, en cualquier dirección, por todas partes. ¿Cómo podes tener todo tan claro? Quisiera poder no-decidir, quisiera tener menos libertad. Y es difícil trabajar bajo presión, difícil tomar así una decisión de las que son para siempre, ¿y si todo se termina? ¿Tenemos un final? ¿Es esto nuestro final? Y si te quiero, si tanto te quiero, ¿tengo que dejarte ir? ¿Voy a dejarte ir?
Vamos, démonos nuestra última cena. Después de todo, fuiste la luz que tanto, tanto tiempo esperé, en la calle, parado sin saber qué hacer, angustiado y sin consuelo, sin nada en los bolsillos, mojándome bajo la fría lluvia de verano, que golpeaba fuerte el reflejo de las luces naranjas de la calle en el asfalto, en el medio de una inmensa e interminable noche de tormenta, en aquella calle en bajada cercana a General Paz, una calle lúgubre, de desencuentros, de desamores, plagadas de inocencia y de lágrimas saladas sigue lloviendo, y sin esperarte, porque no esperaba que fueras vos, en aquella quinta esquina, sin pensarlo apareciste, me secaste las lágrimas mezcladas con el agua de la lluvia, y me abrazaste por detrás, un abrazo que no quiero verlo terminar, no quiero que termine.
Hoy siento un vacío cada vez más intenso y el miedo de perderte por completo me mantiene despierto. Pero te suelto, y dejo que desaparezcas, y es en ese preciso momento que te vuelvo a buscar, me vuelvo sobre mi hombro y miro más lluvia caer detrás mío y poco a poco te vas desvaneciendo entre las luces naranjas que no nos iluminan porque yo quiero que desaparezcas, es mi decisión, es mi voluntad que poco a poco vayas desapareciendo y te alejes de ahora en más. Si es hasta hace unos momentos que nos abrazábamos bajo esta misma lluvia de febrero, pero ya no sobre esta calle, ya no sobre este asfalto, quizá en otro lugar, en otra realidad, del derecho o del revés, en otro tiempo, aunque eso es lo que menos nos importa. 
Nena, quiero secar tus lágrimas, quiero que te acuestes y me abraces, y te abrace, no quiero dejar de sentir tu aroma, no quiero dejar de tocarte. Y justo cuando estoy a punto del llanto, recuerdo que en medio de una crisis es esto lo que decido, yo decido abandonar, dejar, y me provoca ese mismo vacío horrible inmenso de siempre. ¿Pero no es que no se deben tomar decisiones en estas situaciones? Entonces no me queda más que decir que me estoy equivocando, y estoy diciendo que no a lo que hasta ahora más me llena, a vos, que me llenas, que ocupas todo el lugar que necesito que ocupes, que bueno, vamos a ser felices, juntos o no vamos a ser felices de una u otra manera, con o sin penas o glorias, pero elegimos estar separados, elijo que estemos separados, en medio de la crisis decido alejarme, decido alejarte, y porque te quiero decido quedarme solo, y porque entiendo que no te quiero como tengo que quererte, que necesitas otra cosa, que este lugar que ocupas no está siendo el mismo que yo ocupo, que no soy suficiente, que no es suficiente