Deseos
Y me niego a pensar, que puede ser distinto. Y me niego a pensar, que hay un más allá. Y me niego a pensar que las aguas se entrecruzan nuevamente, que se mezclan una vez más, porque la vida es una, y no niego nada de lo que pueda haber más allá, pero no creo en nada de lo que pueda haber más allá, porque nadie ni nada me asegura lo que pueda haber más allá, o lo que no haya, más allá. Y los momentos compartidos prevalecerán para siempre en mi memoria, por el resto de mi memoria, pero no para siempre, mis recuerdos viven en mí.
Y aunque más lo quiera, más me convenzo de esta puta realidad, que no vas a volver, que no van a volver, donde quiera que estés, o que no estés, ya no vas a volver de donde estás, o de donde no estás, porque cada uno tiene que asumir lo que le toca, cada uno tiene que hacerse cargo, y acá estoy escribiéndote estas palabras, descargando mi ira en forma de nostalgias, asumiendo la parte que me toca. Y vos, desde donde ahora estás, bueno, mucho no podes hacer realmente.
Con los pobres recuerdos que me quedan, aunque me cueste te estoy recordando, que desde que te fuiste, acá en esto que llamamos Tierra, en esto que llamamos vida, en este mundo, en este dos mil doce, te extrañamos, deberías saberlo. Extrañar. Extraña palabra, si las hay. Corresponde a un sentimiento, una mezcla, de deseo, de querer, materialmente hablando, porque realmente desearía que no te hubieras ido. ¿Que no te hubieras ido? ¿Ir a dónde? Carajos, no entiendo nada de nada. Pero si estas allá, lejos de casa, en quién sabe dónde, en un primer piso, y cada tanto visitamos una pared, con muchos “vos”, lleno de silencio, de tristeza, lleno de vacío, triste realmente, y desearía que no fuera así, pero estás allá, por la estupidez de los infradotados que te llevaron, que los llevaron, bueno, la costumbre de una sociedad enferma, desequilibrada. Tengo que confesar que realmente te quiero. Te quiero, de la manera más material y más egocéntrica posible, te quiero conmigo, acá, con nosotros, no te quiero donde estas ahora, te quiero viva, pero ya no se puede, ya te fuiste. Te fuiste. Dónde te habrás ido, sólo sabe Dios. ¿Dios? ¿Qué será Dios? No entiendo. ¿Quién lo inventó? ¿Cómo y cuándo vivió? ¿Por qué creías en él? ¿Por qué la gente cree en Dios? ¿Estás con Dios? Y sobre todo, por qué te llevó.
Yo creo.. O quiero creer.. Que las cosas simplemente pasan, y uno tiene que amoldarse sin hacerse muchas preguntas, preguntas que no llegan a ningún lado, a ninguna respuesta. Creo que no tenemos la capacidad para entenderlas, y básicamente es por eso que no podemos responderlas. Yo particularmente, no quiero aceptar nada, porque soy demasiado caprichoso para aceptar muchas cosas, porque NO QUIERO ACEPTARLAS. Y no quiero superar esto. Porque no te quiero terminar de olvidar. Ya no me acuerdo el color de tu voz siquiera, por más que intento no puedo. Pero no quiero intentar. No me acuerdo de muchas cosas, ojalá pudiera. Apenas si te sueño cada tanto.
Te quiero. Te quiero acá conmigo, no quiero aceptar ningún verso, de nadie, de nada, vos te fuiste, y no entiendo por qué me molesta tanto hoy, es como una herida que no termina de cerrarse nunca. Y quizá porque no quiero que se cierre, porque no dejo que se cierre, porque quiero su recuerdo. Cual fotos viejas archivadas de años atrás, solo que me quedan pocas, y no quiero perderlas, porque cada vez que me acuerdo de vos, las quiero ahí, en ese viejo altillo de mi mente, en esa misma caja de cartón duro lleno de polvo, para poder subir y verlas, y suspirar, aunque sean pocas y aunque no me haga bien, prefiero el recuerdo a la nada misma. Me hace suspirar, casi me hace llorar. Recuerdo la noche que nos dijeron lo que pasaba. Todo era tristeza. Aunque ya se sabía lo que posiblemente y probablemente iba a pasar, todos mantenían ese hilo de esperanza en que todo cambiara, pero no, no cambió, y te fuiste no sé a dónde, más bien te quedaste, pero sin poderte mover para siempre, sin poder hablar ni respirar, sin poder saludarme, sin poder mirarme, sin poder sentirme, sin poder sentirte. Y fue esa noche que me negué a llorar. No entiendo los motivos. Pero es hoy, después de muchas otras noches iguales, que te estoy escribiendo, con los ojos brillantes a punto de… Y no entiendo por qué, y quiero entender por qué te fuiste, pero no quiero aceptar la verdad, ni la mentira, ni quiero aceptar nada de lo que me digan. Y no creo que alguna vez vuelvas a estar conmigo tal y como eras, porque no hay otra igual, porque es así la vida. Y no creo que haya nada más, creo que es una mentira, un invento, no hay nada más y a mí no me van a hacer creer, y no voy a volver a sentirte, y no voy a volver a agarrarte la mano, y no vas a volver a verme, porque ya no estás, y donde quiera que me vaya cuando a mí me pase lo mismo, no creo que sea al mismo lugar, me voy a convertir en polvo, y nada más, la carne se va a pudrir, los huesos se van a hacer polvo, dentro de un cajón de madera, posiblemente, tal como pasó con vos, pero no creo en nada de lo que me digan. Ya no. Hoy estoy demasiado caprichoso y no quiero creer en nada. No quiero. No quiero cerrar esta herida tampoco, me niego, porque no quiero perder esas fotos, sobre el altillo, dentro de la caja de cartón, que cada vez son menos. Te quiero, por el resto de mi mente te quiero, por el resto de mi memoria, te quiero, extraño todo, quiero volver a vivirlo, lo deseo, te quiero, te deseo, te quiero, y de la manera más material te quiero, te quiero y te vuelvo a querer. Y sin más, tu nieto, que te escribe, no sabiendo bien por qué, porque ya no lo podes leer.
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