Nostalgias. Puertas que se abren de par en par, sentimiento módico de plenitud al ser atravesadas. Dimensiones infinitas, dentro de la mente del sujeto, dejando atrás momentos, cerrando esa pesada puerta que supo existir. Esa es su principal meta. Cerrar a su espalda una puerta, y no importa el devenir en su dialéctica. El principal objetivo es escapar, del cuartel invadido por los indios, lograr llegar hacia el próximo pueblo, aunque no sabe si fue invadido ya, incendiado, saqueado, si secuestraron a las mujeres y a los niños para esclavizarlos y procrear, y dieron muerte a los hombres. Es clara su meta, pasar a la siguiente puerta, lo que haya luego parece ser indiferente. Acaso es escapar, de esa vida ideal, ejemplar, en la que un día de repente aparecimos, aparecimos dentro de esta gran habitación, habitáculo, lleno de extraños olores, eso que llaman sensaciones, colores, jarrones con restos de espuma de cerveza de raíz, más como testimonio que como espuma en sí, de ésta inmensa habitación en la que todos estamos metidos, y que intentamos escapar, encontrar el lugar exacto donde está esa puerta que nos va a llevar al paraíso, a la juventud, a la niñez eterna, al útero, y otras yerbas.
Pasamos la vida buscando esa puerta, pero cuando la encontramos, deja de ser especial, deja de ser la puerta que buscábamos, volvemos nuevamente a recorrer la habitación, en la oscuridad de la noche, por entre la niebla espesa de la mañana, sin tener noción, sin saber qué buscamos, cómo es esa puerta, qué es esa puerta, sin saber a dónde nos conduce, pero que nos va a sacar de acá.
Otros, más conformistas, persiguen un título, una profesión, un oficio acaso, una copa más, la del estribo quizá, en aquél apestoso bar sureño, lleno de espeso humo de tabaco cubano, atestado de prostitutas y drogadictos, y transa, y ofrecimientos, y homosexuales, camas destendidas con apestosos acolchados con humedad, lámparas con campanas rojizas, mucho humo en el ambiente. Escapes alternativos, aunque sería una estupidez que alguno de estos seres creyera que por estos medios puede llegar a obtener la llave al oasis tan añorado, aunque nadie sepa con exactitud cómo es, o dónde está, o qué tan lejos, o qué tan grande es, o de qué color es el agua, las plantas, si el sol también ilumina tal recreación, de la voluntad general, de nuestras mentes, después de todo, es inherente a cada persona, vive entre el común de la gente, escondido entre todo ese universo de lo implícito, porque después de todo, no va a poder quedar explícito, a menos que alguien lo visite, y le saque fotos con una cámara digital que queden como testigos irrebatibles de la preciada existencia de nuestro supuesto sitio, luego las publique, y lo demás ya lo saben.
Encontraremos esa puerta, encontraremos la salida a la habitación y no nos daremos cuenta, y ya no será una salida, sino más bien una entrada, a ese espacio donde no hay mal, ni tampoco hay bien, donde no hay sentimientos, no hay pasiones, no hay locuras, ni tampoco hambre u satisfacción. El presente no dependerá del pasado. Nosotros traeremos todo aquello, nosotros haremos que dependa. Inventaremos lo necesario, lo pensaremos, crearemos su idea, y no sabemos cómo. Es una constante búsqueda de la felicidad, continuaremos buscando ese fin, la felicidad, la belleza, el éxito, la plenitud, la satisfacción, la paz. La hinchazón en los pies no va a terminar liquidando. Caminaremos montañas, cruzaremos senderos, puentes colgantes que están por descolgarse, todo en búsqueda de todo esto.
Y después de todo, ¿qué si el mundo es finito?