Había hecho ya cerca de 350 kilómetros tras su paso. Era ya de noche: casi las doce. La lluvia golpeaba con fuerza sobre el parabrisas de mi camioneta, rebotando y convirtiendose en gotas más pequeñas, brillantes que reflejaban la luz de la carretera, que caían al costado del camino y se perdían en el sendero. Mi objetivo viajaba a tres autos de distancia por el carril rápido. Era tarde y realmente se sentía el cansancio y agotamiento, los párpados comenzaban a pesar, las luces de los autos contrarios a brillar más de lo usual. Aún así, el pasajero del asiento trasero me obligaba a continuar. Y claro. Cómo negarme? Si nunca nadie me enseñó. Nunca pude contradecirlo. Somos uno solo en las noches de acción de Miami.
Quisiera llegar a entender alguna día por qué es que hago lo que hago. Por qué es que tengo que hacerlo, por qué la necesidad, presente en cada una de esas noches, quién ese supuesto sospechoso y oscuro pasajero, que aparece en el asiento trasero, que me induce y me controla. Más allá de eso, quisiera saber si soy yo culpable de todo esto. Cualquier individuo se horrorizaría con solo sospechar e imaginar las cosas que para mí son normales. Quiero saber, si soy culpable, qué tan culpable soy, si hay una manera de probar que no soy yo, sino ese pasajero oscuro quien hace lo que hace. Quisiera saber que Harry no va a ser así. Qué tal si es algo que se lleva en la sangre? Después de todo, soy adoptado, y quién sabe cómo fue realmente mi padre biológico? Algunas veces siento el deseo de sentir tal y como sienten los demás, todos los demás. De no ser tan frío, tan sin sentir. Desearía poder ser de lo más natural, y no tener que vestir esta máscara todo el tiempo, ser yo sin tener que ser juzgado por nada ni por nadie.
Mientras pensaba, me di cuenta que aquel Dexter Mor.. perdón, aquel bastardo asesino de prostitutas, se alejaba por el carril rápido como flecha. Me sumé con cuidado al carril rápido durante un largo trecho, hasta que comenzó a disminuir la velocidad, agregándose al carril derecho, y deteniéndose en una estación de servicio. Pensé que ésta sería mi oportunidad. Así que le seguí. Aparqué bajo un techado al lado de su Scania y me bajé de la camioneta. Entré y compré un refresco, y salí para volver a la camioneta. Apoyado sobre ella, contemplaba mi próximo objetivo. Debo haberlo incomodado, porque luego de notar que lo observaba, me preguntó qué demonios estaba mirando. Detesto que la gente pregunte qué demonios. Cuál es la razón por la cual no se puede tratar a la otra persona con respeto? Cuál es la necesidad de ser tan descortés? Bueno, no podía esperar mucho de alguien así. Me limité a responder, de forma natural que, me sorprendía que alguien que maneja un camión de tales dimensiones, este bebiendo cerveza al costado del camino, y en una noche de lluvia -estaba bebiendo de una botella de 750cc, y se veía a su lado un cajón con otras once restantes-, a lo que me respondió que dormiría allí, que continuaría por la mañana, y que me meta en mis propios asuntos. A veces la gente puede ser lo suficientemente descortés. Merece la muerte solo por eso. Bueno, no solamente por eso. Bueno, no por eso merece la muerte, aunque la merece por otras cuestiones. Abrí el baúl y me cercioré que tuviese todo lo necesario, cinta, plásticos, herramientas, overol, las imágenes de las prostitutas asesinadas. Con la jeringa en mi bolsillo, comencé a pasearme por todo el lugar. Y me detuve en el frente del camión. De repente, llamé a Gregor, le dije que viniera, que observara, que tenía en la parrilla del enorme camión una especie de pájaro que había atropellado en el camino. El pobre pájaro no alcanzó a volar a tiempo, y el muy bastardo venía muy rápido, al no llevar ningún acoplado, podía viajar mucho más aliviado, y más rápido también. al costado del pájaro estaba todo manchado y con plumas aún pegadas a la parrilla. Gregor se acercó, y entre medio de insultos comenzó a sacar los restos del pájaro. Fue ahí que levanté mi mano derecha y le clavé en su cuello la jeringa. Alcanzó a mirarme, con una expresión de profundo miedo y desconcierto. Busqué un buen sitio en donde comenzar, mientras dormía profundamente en el compartimiento trasero de mi camioneta. A doscientos metros de la estación de servicio, encontré una casa, a la cual le quedaba su esqueleto nada más. Entré, parecía apropiada. en el medio colgaba una lámpara, la cual pude encender después de haber levantado la ficha de la térmica en el lado posterior de la casa. El piso era de madera, las paredes del interior estaban pintadas de amarillo, aunque se notaba que hacía mucho tiempo que no se pintaba ni se mantenía. Le faltaban algunas persianas exteriores. Los marcos de madera de las ventanas y puertas estaban ya opacos, y los vidrios manchados de humedad y polvo. Lo cierto es que era un lugar lúgubre. Pero me bastaba para montar allí la burbuja. De hecho así fue. En media hora, ya había montado todo y estaba listo para traer a Gregor, quien sería mi próxima víctima.